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sábado, 10 de julio de 2021

POLONIA | PARQUE NACIONAL DE BIESZCZADY Y LLEGADA A CRACOVIA

Llegamos a la casa de los Sobieski, en el pueblo de Domaradz. Desde el valle divisamos a lo alto de la colina una casa de madera con encanto, llena de flores y plantas que tiñen las vigas y las ventanas de colores, mientras estas trepan buscando nuevos sustentos para decorar un lugar de reposo, en el que visualizo mucha mano de obra dedicada. El terreno esta fuertemente asegurado y controlado por un gran canino blanco, el pastor de Tatra -originario de los pastores polacos de los montes Tatra en el s.XIV, con ascendencia de pura raza-. Aquí pasaremos unos cuantos días para recuperar fuerzas y refugiarnos de los aguaceros, finalmente, bajo techo firme.

Casa de madera (año 1924) de los Sobieski, en Domaradz

A los pocos días dejamos las bicicletas aparcadas y ponemos rumbo hacia el Parque Nacional de Bieszczady, concretamente hacia el pueblo limítrofe de Ustrzyki Gorne, hasta donde nos adentramos a dedo en una zona de difícil acceso, tratando de alcanzar uno de los puntos con mayor aislamiento y frondosidad de Europa. Este parque nacional esconde infinidad de maravillas y lugares, fauna y flora protegida -mas del 50% de osos pardos de Europa se encuentran en los Cárpatos, y gran cantidad de ellos en esta región- y elevaciones superiores a los mil metros. Bosques y montañas en los que se encontrarán las líneas de tres países -Polonia, Ucrania y Eslovaquia-, y por cuyos caminos limítrofes andará la guardia fronteriza ucraniana, con miradas desafiantes y gestos serios, empuñando armas automáticas y acompañada por perros adiestrados.


Parque Nacional de Bieszczady, arriba Polonia, Eslovaquia (izq.) y Ucrania (dcha), junto con la senda fronteria de 25kms (en rojo)


No es la primera vez que llego a esta zona. La primera ocurrió a finales de 2019, para celebrar entre aquellos bosques la magia de Sylwester -el fin de una vuelta al Sol, y el comienzo de la siguiente-. En aquel momento fue el blanco el único color que cubría la frondosidad de estos bosques y montañas, ahora sería la explosión del verde lo que fascinaría la contemplación. Pasamos las noches en el albergue Pod Mala Rawka, una gran cabaña inmersa en el parque, para al día siguiente recorrer una senda fronteriza de 25kms, con desniveles importantes y pasos complicados hasta los 1500 metros. Terminamos por la senda hasta Wetlina, entre el silencio improvisado de las hayas y los arces, de gran altura, mientras los osos de la zona solo dejaban rastro de su paso en las cortezas de árboles caídos rajadas por sus grandes pezuñas.


Bosque de hayas en las laderas de las montañas Bieszczady, en Diciembre de 2019


Parque Nacional de Bieszczady, mirador de Eslovaquia, en Junio de 2021



Tras un par de noches al abrigo del fuego, y con las tormentas de verano acechando y formando nubes entre las hayas, retornaré a Domaradz para continuar pedaleando hacia Cracovia. Daria se quedará más tiempo indagando en sus montañas preferidas, su lugar de retiro y conexión, del que nunca se podrá olvidar, y al que siempre regresará para explorar y cantar. La partida en solitario hacia Cracovia será un momento de silencio, acampando en el primer atardecer a orillas del rio Biala, en dirección hacia Lacko, en las faldas de las grandes montañas de Tatra -montañas más transitadas en Polonia, donde se encuentran las elevaciones más altas del país-. Pedaleando por la ribera del río Dunajec, a través de la Dunajec Velo como alternativa ciclista segura y bien dispuesta para el ciclista, me encontraré con Piko -amigo y jefe durante mi estancia en Wroclaw, en 2020-2021- y su familia, en la plaza -Rynek- del gran pueblo Lacko. Allí seré recibido y acogido durante dos noches, previa a mi llegada a la antigua capital histórica de Polonia: Cracovia. 




En un ascenso, junto a Piko, con la bicicleta descargada y liviana



Piko me ofreció para mi cobijo una antigua casa de madera, muy pequeña, para mi solo, con todo lo imprescindible para pasar dos noches de pleno reposo en solitario. Desde allí disfruto de su compañía y de su familia, junto a Madzia, su esposa, quien no dejará de ofrecerme alimentos para estar cargado de energía que necesitará mi cuerpo en las duras montañas hacia Cracovia. Este gran ciclista polaco es fundador de, entre otras, la empresa de ciclomensajería en Wroclaw -WKR- para la que estuve pedaleando durante 5 meses, en el invierno de 2020 a 2021, y campeón ciclista en carreras de ultrafondo por el mundo -trans Australia, trans Ibérica, trans Alpina, etc-, además de ser una persona con simpatía y energía que atrae. Al día siguiente, tras un pequeño pedaleo por los montes de la zona junto a Piko, quien se prepara para su próxima expedición trans Ibérica -carrera de más de 3000 kms al pedal que completa en una semana aproximadamente, y de la que salió campeón en la edición 2020-, y tras dejar atrás el mausoleo ciclista de acogida, puse rumbo durante 100kms, hasta Cracovia, en una jornada que se tornó muy calurosa, y donde alcanzaré puertos superiores a los 800 metros, entre descensos de escándalo -alcanzaré una velocidad máxima de 70km/hr, confiando en cada pieza de mi bicicleta como si fueran extensión de mi propio cuerpo-, tratando de remojarme al paso de pequeñas riadas en formación. 

Pasando los conocidos pueblos de Tymbark -origen y fábrica de los famosos zumos que casi toda la población polaca suele consumir- y de Wieliczka -donde se encuentran famosas minas de sal que se incluyen como visita obligada en los viajes a Cracovia-, llegaré finalmente a la gran ciudad, donde, tras una visita primeriza al Rynek o plaza central, observaré tras unos miles de kms desde nuestra salida en bicicleta el vai vén intenso de una gran urbe, mientras la curiosidad de un par de lituanos hará que quieran compartir una cerveza conmigo, escuchando detalles de una aventura sin fin. Pasaré casi una semana junto a personas maravillosas, acogido en la gran casa de Janusz y Anneta, y acompañado de Daria y otros amigos polacos, que vendrán a pasar unos días de calor en la ciudad más transitada de Polonia.




Junto a Janusz, mi gran huésped, con camiseta 'Give peace a chance'. Al fondo la emblemática Basílica de Sta Mª (s. XIV), en la plaza central de Cracovia